¿Amo realmente al Señor, hasta el punto de querer anunciarlo?, pregunta el Papa Francisco
«El Evangelio pide abrir el corazón». La catequesis de la audiencia general de hoy concluye el ciclo de reflexiones sobre la pasión por la evangelización. Comentando el milagro de Jesús que devuelve el habla y la audición a un sordomudo, Francisco dice que la palabra «ábrete» dirigida a aquel hombre es repetida por Cristo a todo creyente: «Preguntémonos, ¿queremos ser testigos o nos contentamos con ser discípulos?»
Adriana Masotti – Ciudad del Vaticano
«La pasión por el anuncio del Evangelio afecta a todo cristiano»: este es el mensaje central de la catequesis del Papa Francisco en la audiencia general de este miércoles en el Aula Pablo VI, que concluye la larga serie de reflexiones sobre la pasión por la evangelización o celo apostólico. El pasaje evangélico escuchado narra cómo Jesús cura a un sordomudo pronunciando sobre él la palabra «efatá». El milagro tiene lugar en una zona habitada principalmente por paganos.
“Lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y dijo: Efatá», que significa «¡Ábrete!». Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente. (Mc 7, 33-35)”
El Evangelio necesita de cada uno de nosotros
El Papa recordó que en la Biblia el mutismo y la sordera indican «cerrazón a las llamadas de Dios», que hay una sordera física, pero que «en la Biblia lo que es sordo a la Palabra de Dios es mudo, porque no habla la Palabra de Dios». La invitación del Maestro a abrirse se dirige a sus discípulos en arameo, pero la repite a los discípulos de todos los tiempos, y también a cada uno de nosotros «que hemos recibido la efatá del Espíritu en el Bautismo». Continúa el Papa:
«Ábrete», dice Jesús a cada creyente y a su Iglesia: ¡ábrete porque el mensaje del Evangelio tiene necesidad de ti para ser testimoniado y anunciado! Y esto nos hace pensar también en la actitud del cristiano: el cristiano debe estar abierto a la Palabra de Dios y al servicio de los demás. Los cristianos cerrados acaban mal, siempre, porque no son cristianos, son ideólogos, ideólogos de la cerrazón. El cristiano debe estar abierto: en el anuncio de la Palabra, en la acogida a los hermanos. Y por esto, esta «efatá», este «abrirse», a abrirse, es una invitación a todos nosotros.
¿Realmente amamos tanto al Señor que queremos anunciarlo?
El Papa ha recordado que Jesús, al final de los Evangelios, nos entrega «su deseo misionero: vayan más allá, vayan a pastorear, vayan a predicar el Evangelio». Y concluyó su reflexión invitando a todos a sentirse llamados a testimoniar y anunciar el Evangelio y a interrogarse sobre la propia disponibilidad para hacerlo.
Hagámonos también nosotros esta pregunta, que cada uno de nosotros se haga esta pregunta: ¿amo realmente al Señor, hasta el punto de querer anunciarlo? ¿Quiero convertirme en su testigo o me contento con ser su discípulo? ¿Tomo en el corazón a las personas que encuentro, las llevo a Jesús en la oración? ¿Quiero hacer algo para que la alegría del Evangelio, que ha transformado mi vida, haga también más bella la suya?