El Papa: Juntos por la paz, trabajando por la comunión
Al día siguiente de la clausura de la Semana de oración por la unidad de los cristianos, el Papa recibió a los miembros de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales. Una ocasión para reafirmar la importancia de proseguir por el camino hacia una unidad más plena a través de tres diálogos: los de la caridad, la verdad y la vida
Adriana Masotti – Ciudad del Vaticano
“Recemos y trabajemos incansablemente por la comunión y para contrarrestar la carestía de paz que se extiende por tantas partes de la tierra, incluidas varias regiones de las que proceden”
Lo afirmó el Papa Francisco a los miembros de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales, a quienes recibió en la Sala del Consistorio junto a los participantes en la visita anual de estudio de jóvenes sacerdotes y monjes de las Iglesias ortodoxas orientales, cuya presencia – subrayó con alegría – «alimenta la esperanza», del mismo modo que «¡la oración guía el camino!»
El diálogo de la caridad, teología en acción
El Santo Padre recordó las visitas del año pasado de algunos «queridos hermanos, jefes de las Iglesias ortodoxas orientales», visitas valiosas porque favorecen el progreso del «diálogo de la caridad» de la mano del «diálogo de la verdad» del que se ocupa la Comisión mixta internacional. Así como el intercambio de cartas y de dones. Y observó:
“Estos gestos, enraizados en el reconocimiento del único Bautismo, no son meros actos de cortesía o diplomacia, sino que tienen un significado eclesial y pueden considerarse verdaderos loci theologici. Como afirmó San Juan Pablo II en la Encíclica Ut unum sint: El reconocimiento de la fraternidad (…) va mucho más allá de un acto de cortesía ecuménica y constituye una afirmación eclesiológica fundamental».
El diálogo de la verdad
Para Francisco, el «diálogo de la caridad» debe entenderse como «una ‘teología en acción’ capaz de abrir nuevas perspectivas al camino de nuestras Iglesias». La define «teología del diálogo en la caridad».
Pero junto a esto hay otro aspecto de la actividad de la Comisión, y Francisco recordó los tres documentos de carácter eclesiológico redactados «que reflejan la riqueza de las tradiciones cristianas» representadas por sus miembros: la de las Iglesias copta, siríaca, armenia, malankar, etíope, eritrea y latina. «Esta riqueza – afirmó el Papa – muestra de manera aún más espléndida la catolicidad de la única Iglesia».
El diálogo de la vida
Una tercera característica del trabajo realizado por la Comisión se refiere al aspecto pastoral, que se concreta en la organización de visitas de estudio anuales y recíprocas para jóvenes sacerdotes y monjes. «Implicar a los jóvenes en el acercamiento de nuestras Iglesias es un signo del Espíritu – subrayó Francisco – que inspira caminos de comunión».
Es el «diálogo de la vida». Tres, por tanto, «los modos inseparables de proceder en el camino ecuménico» promovido por la Comisión desde hace veinte años: diálogo de la caridad, diálogo de la verdad, diálogo de la vida. A continuación el Papa recordó:
“Veinte años: es la edad de la juventud, la edad en que se toman decisiones decisivas. Que este aniversario sea, pues, una ocasión para alabar a Dios por el camino recorrido, recordando con gratitud a quienes han contribuido a él con su competencia teológica y su oración, y que renueve también la convicción de que la plena comunión entre nuestras Iglesias no sólo es posible, sino urgente y necesaria ‘para que el mundo crea’”
Encomendarse a María, Madre de Dios y nuestra
Concluyendo su discurso, el Papa Francisco propuso confiar a la Virgen María el trabajo de la Comisión, a la que invocó, junto con los presentes en esta audiencia, utilizando una oración «antigua y maravillosa» que nos une, llamada en latín Sub tuum praesidium:
“Bajo tu protección buscamos refugio, Santa Madre de Dios. No desprecies las súplicas de los que estamos en la prueba, y líbranos de todos los peligros, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!”