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Hoy se celebra a San Damián de Molokai, apóstol de los leprosos y los enfermos de sida

Cada 10 de mayo, la Iglesia Católica celebra a San Damián de Molokai, misionero belga de la Congregación de los Sagrados Corazones, reconocido mundialmente como un héroe de la caridad, pues hizo propio el sufrimiento de los enfermos de lepra que habitaron la isla de Molokai (archipiélago de Hawái, EE. UU.) a fines del siglo XIX, al punto de entregar la vida por ellos.

San Damián es el patrono de los leprosos, los marginados por la sociedad, los enfermos de sida, y del Estado norteamericano de Hawái.

“Sobre el león y la víbora pisarás” (Sal 91, 12)

El Padre Damián, como también se le conoce, tuvo otro nombre. Originalmente su nombre era Jozef de Veuster, y había nacido en Tremelo, Reino de Bélgica, el 3 de enero de 1840.

Fue admitido en la vida religiosa como miembro de la “Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María y de la Adoración Perpetua del Santísimo Sacramento del Altar”, más conocidos como los “Sagrados Corazones de Jesús y María” (SS.CC).

Después de un periodo de preparación fue enviado como misionero al desaparecido Reino de Hawái (1810-1894). En marzo de 1864, arribó al puerto de la capital, Honolulu, y allí fue ordenado sacerdote unas semanas después, el 24 de mayo de 1864. Inmediatamente pasó a apoyar a algunas parroquias de los alrededores, en días en los que el país se sumía en una crisis sanitaria de proporciones mayúsculas, la que acabaría fuera de control.

Hawái, por su ubicación estratégica en el Pacífico, era punto obligado para el comercio marítimo, las expediciones y el intercambio cultural. Navegantes de Asia, Europa y Oceanía se mezclaban allí, lo que favoreció la proliferación de enfermedades de todo tipo, entre ellas la lepra -en ese entonces incurable-. Contraerla significaba, primero, aislamiento y marginación; segundo, una condena a muerte que habría de cumplirse lentamente.

Es así que el rey Kamehameha IV de Hawai, temeroso de que la plaga acabase con toda la población, decidió segregar a los leprosos del reino. Estos fueron trasladados a una colonia en el Norte, en la isla de Molokai. Desde Inglaterra llegarían las primeras ayudas en suministros y comida, luego de otras partes de Europa, pero sin el apoyo médico indispensable.

“Otros te vestirán y te llevarán adonde no quieras ir” (Jn 21, 18)

Transcurría el año 1865 y el Padre Damián había sido destacado a la Misión Católica de Kohala, ubicada en la isla principal (Hawái). Entonces, su obispo, Mons. Louis Maigret, vicario apostólico, le solicita al Padre Damián que asista espiritualmente a los leprosos.

El sacerdote pide un tiempo para rezar y meditar -la misión implicaba el altísimo riesgo de contagiarse y morir- pasado el cual acepta, y se enrumba hacia su destino en Molokai.

“Ningún sacrificio es demasiado grande si se hace por Cristo”, solía decir San Damián, consciente de las implicancias siempre posibles de ser sacerdote: se acepta la vocación para ser como Cristo, y no se aspira a nada menos.