Santo del Día

La Iglesia Católica conmemora hoy al Señor de los Milagros, el Cristo Moreno

Durante todo el mes de octubre, la Iglesia Católica en el Perú se une para celebrar una tradición de raigambre virreinal, que ha calado profundamente en el alma y la cultura peruanas. Los católicos peruanos celebran al ‘Cristo de Pachacamilla’, el Señor de los Milagros.

Esta piedad popular gira en torno a una imagen del Gólgota, pintada en una pared de adobe por un esclavo del siglo XVII. La devoción al Señor de los Milagros convoca a una feligresía penitente, que ve en el Señor el bálsamo que cura las heridas, que perdona sus pecados.

Aunque todo octubre está dedicado al Señor de los Milagros, ciertamente, la Iglesia peruana lo conmemora de manera especial el día 28, fecha central de las festividades y de la procesión principal (se llevan a cabo al menos dos en octubre y una de cierre el 1 de noviembre).

Son millones de fieles los que participan de las procesiones y visitan el Santuario, mientras que las comunidades de peruanos alrededor del mundo hacen lo propio, manteniendo la tradición.

Cristo moreno

En el siglo XVII, en Perú, un grupo de esclavos traídos de Angola (África) formaron una cofradía religiosa en el lugar llamado Pachacamilla, a las afueras de la Lima virreinal. Allí los hombres y mujeres de raza negra levantaron una edificación muy sencilla, hecha de barro y caña, donde se reunían cada vez que el trabajo se los permitía. En el improvisado galpón, los esclavos podían descansar, cantar, bailar y adorar a Dios de acuerdo a sus costumbres.

Hacia 1651, para embellecer el lugar, uno de los esclavos angoleños -cuyo nombre es incierto- pintó una imagen de Jesús crucificado sobre uno de los muros del recinto, con la idea de que sea el Señor quien presida las reuniones de la cofradía. Sin saberlo, aquel hombre terminaría incorporando la cultura africana al sustrato cristiano de la nación peruana para siempre, no de manera forzada, sino según la libertad de la que gozan los hijos de Dios. Desde entonces, un lazo de amistad, fraternidad y auténtico mestizaje une a todas las sangres del Perú en torno a Cristo. La piel de Jesús en la imagen es negra, y por eso con cariño se le llama el ‘Cristo moreno’ del Perú.

El signo de la tragedia

El 13 de noviembre de 1655, un terremoto de grandes proporciones afectó a toda la ciudad de Lima. Mucha gente murió y gran parte de las casas y edificios quedaron reducidos a escombros, incluyendo la casucha de adobe y quincha que servía de lugar de reunión para los esclavos de Pachacamilla.

Sin embargo, para sorpresa de los sobrevivientes, el muro donde estaba pintada la imagen de Cristo permaneció en pie, sin mayor daño. Los días pasaron y la pared quedó allí, sin que a nadie le preocupara demasiado. Quienes pasaban cerca miraban la imagen y se santiguaban, mientras que los menos se detenían a rezar. Quizás esos pocos fueron los que abrieron los ojos al milagro acontecido y empezaron a congregarse a rezar frente al muro.

Cuando los visitantes fueron en aumento y los viernes por la noche empezaron a realizarse reuniones en el lugar -no siempre caracterizadas por el recogimiento-, las autoridades eclesiásticas empezaron a ver con preocupación lo que estaba sucediendo. El párroco de San Sebastián, en cuya jurisdicción estaba el galón de Pachacamilla, interpuso sus oficios para respaldar a los fieles, pero los ocasionales tumultos molestaron al arzobispo de la ciudad y se decidió acabar con el problema. Se dispuso que la imagen fuera borrada.

Incluso el virrey, que había visitado el lugar, parece que no estaba muy de acuerdo con la decisión episcopal, pero la acató. Se envió un contingente de hombres a borrar el fresco. No pudieron. Fueron tres pintores de brocha gorda quienes quisieron poner pintura encima de la imagen en tres diferentes intentos. Uno casi cae de la escalera, el segundo fue presa del terror, el tercero empezó a gritar que la imagen le había hablado.

Tras lo sucedido, el fresco con la imagen de Cristo crucificado fue dejada en paz, y los peregrinos así pudieron seguir visitando el lugar.

El primer devoto y el primero de los milagros

Al tiempo, don Antonio de León, laico español asiduo a la parroquia de San Sebastián, encontraría la imagen y comenzaría a venerarla. De León se encontraba muy enfermo, padecía terribles dolores de cabeza, había perdido peso y estaba muy débil. Comenzó a visitarla todos los días para pedirle al Señor de Pachacamilla que le restituyera la salud. Poco después, Antonio empezó a sentirse mejor hasta el punto en que pensó que estaba completamente curado. Pronto dejó de percibir los síntomas que lo habían hecho sufrir por tanto tiempo. El Señor lo había sanado y los hechos así lo evidenciaban.

Antonio de León se convertiría en el primer gran devoto y propagador de la veneración al Cristo Moreno. Con la aprobación del virrey y del arzobispo, De León construyó una ermita pequeña en el lugar y la convirtió en recinto de oración. Se celebró allí, en 1671, la primera misa con presencia del párroco de San Sebastián, dando fin al incidente en el que las autoridades civiles y eclesiásticas pretendieron borrar la sagrada imagen por no ajustarse al culto tradicional u oficial.

El origen de la procesión

En 1687 un segundo terremoto -acontecido el día 20 de octubre- volvió a dejar en ruinas a la ciudad, con miles de muertos y damnificados. Milagrosamente, el muro volvió a permanecer en pie, mientras que el resto de la ermita cayó por los suelos. De manera espontánea, se produjo una reacción de fe y piedad del pueblo: un grupo de fieles mandó hacer una réplica de la pintura para sacarla en procesión por las calles de la capital. Los devotos querían ver a Cristo recorrer las calles de Lima y que les diera su bendición en medio del dolor.

Aquella fue la primera procesión del Señor de los Milagros, idea de un vizcaíno de nombre Sebastián de Antuñano.

Tercera catástrofe

El 28 de octubre de 1746 se produjo, quizás, el peor de los sismos que jamás haya sacudido la capital del Perú. Este, además, vino acompañado de un maremoto. Lima y el Callao quedaron otra vez en escombros y los devotos del Señor decidieron sacar ese mismo día a la sagrada imagen por las calles. La tierra dejó de temblar -las réplicas del sismo se detuvieron- y un ambiente de recogimiento y esperanza inundó Lima de palmo a palmo. Había sido el ‘Señor de las Maravillas’, ‘El Señor de los Temblores’, ‘El Cristo Moreno’.

Mientras tanto, por orden del virrey, el muro con el fresco original fue trasladado al lugar donde permanece hasta hoy: la Iglesia del Monasterio de las Madres Nazarenas Carmelitas Descalzas, quienes custodian al Cristo Moreno.

Los limeños -agradecidos y penitentes- acompañan todos los años a la procesión del Señor de los Milagros desde aquel 28 de octubre de 1746. En más de 300 años, la procesión solo se ha cancelado en tres oportunidades, todas por motivos excepcionales.

Reconciliación y penitencia: una cuaresma en octubre

La devoción al Señor de los Milagros ha articulado y reunido en torno a la fe, desde el siglo XVII, a todas las clases sociales, “castas” y “colores” de Lima y del Perú en general. Como prueba de ello, las festividades que se celebran el 18 o el 28 de octubre, así como cualquiera de las celebraciones tradicionales del mes, integran a la ciudad en un ritual común; alteran su vertiginoso ritmo de vida y dejan florecer un sinnúmero de tradiciones.

Lima se torna penitente y recogida, al punto que muchos se refieren al octubre limeño como “la cuaresma peruana». Lamentablemente a causa de la pandemia del Covid 19, la procesión no se pudo realizar en los años 2020 y 2021 por los potenciales riesgos dado su carácter multitudinario.

El 2022, el Arzobispado de Lima dispuso que la procesión y las festividades centrales se reanuden. Este 2023 todas las actividades tradicionales han sido retomadas, incluyendo el ingreso de la Procesión a la Plaza Mayor de Lima.

El Papa San Juan Pablo II en el recuerdo

En 2001, con motivo de la celebración de los 350 años de la venerada imagen del Señor de los Milagros, el Papa San Juan Pablo II envió una carta personal al entonces Cardenal Juan Luis Cipriani, Arzobispo de Lima, en la que afirmaba:

“Ruego al Señor de los Milagros que proteja a los limeños, convierta a quienes llevan a hombros su imagen en portadores de Cristo también con su fe y su testimonio de vida intachable, transforme en verdaderos imitadores de Jesús a quienes visten la túnica nazarena [de color morado] y derrame su gracia sobre cuantos le invocan con devoción”.