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¿Por qué a la Iglesia le importa el medio ambiente?

San Francisco de Asís fue de los primeros en mostrar que amar a Dios es también amar y cuidar a toda su creación.

San Francisco de Asís es el patrono de la ecología. El Papa Francisco nos envió un mensaje inspirado en san Francisco: Laudato si mi signore, y es muy motivador ver cómo un personaje de la edad media sigue hablándonos en el presente con tanta actualidad. Eso nos dice que lo que movió a san Francisco en su tiempo nos sigue inspirando en el nuestro.

San Francisco no fue un científico que nos invitara a la conservación de nuestro planeta bajo la amenaza de su destrucción, san Francisco fue un poeta enamorado de Dios, y como amaba tanto a Dios, aprendió los elementos esenciales de la hermandad cósmica.

Todo es obra de Dios y el hombre es su obra culmen, por lo tanto, el hombre está hermanado con el universo todo, y de ahí que el santo poeta se sienta hermano del sol y de la luna, que llame hermana al agua pura y cristalina, que hable con los hermanos pájaros y sea seguido por el hermano lobo de Gubia, manso como un cordero. El poeta hijo de Dios es, también, un buen hermano y ama a todos sus hermanos, las criaturas de Dios.

Ese es el principio de la ecología; si amamos al Creador, amaremos a las criaturas y cuidaremos fraternalmente de ellas no sólo por miedo a destruir nuestro hogar común sino porque lo amamos por ser obra de Dios y porque nos lleva a alabar a Dios por su Creación.

Amor a la casa común

La ecología es, simplemente, el amor a la vida y a la Fuente de esa vida. El libro del Génesis, en la Santa Biblia, nos repite una y otra vez que todo lo creado por Dios fue bueno, y estamos de acuerdo con él cuando admiramos nuestros descubrimientos de esa Creación divina. Esa Creación fue confiada por su Autor al ser humano, creado a su imagen y semejanza. Nos dio todo este mundo, este universo, todo lo creado, para que nosotros lo administráramos, la Creación toda es nuestra heredad y en ella crecemos y nos multiplicamos.

El problema es que no hemos sabido ser buenos administradores y que estamos usando nuestra herencia para beneficio de unos cuantos y para mal de los demás.

Cuando abusamos de nuestra herencia nos volvemos criminales ante Dios.

Son un crimen el calentamiento global, la tala inmoderada, la emisión de gases nocivos, la extinción de las especies, la invasión de los espacios ocupados por la fauna, la contaminación de las aguas, el convertir los océanos en basureros y ahora, también, la proliferación de la basura espacial.

¿Qué estamos haciendo con nuestra heredad, con nuestra casa? Ante la indiferencia de los criminales que destruyen nuestra casa común por un aparente beneficio personal, vemos cómo poco a poco va creciendo en las nuevas generaciones la conciencia no sólo de cuidarla, sino de amar esa Creación que se nos entregó para nuestra felicidad.